Nos han dado la tierra II

fan fiction.

Ese pedazo de tierra estéril era la herencia, no sólo de Emiliano sino el resto de familias de integraban el ejido, ya la revolución era un evento del siglo pasado, sí la revolución fué “institucionalizada” y ya habían pasado muchos años de corrupción y neoliberalismo… en varios sexenios las grandes paraestatales eran desmanteladas en aras del “desarrollo social”. Bueno… ya era posible ¡vender los ejidos! El abuelo le decía que uno de los grandes logros de la revolución, había sido dar la tierra a quien la trabaja… lo que era cierto es que hoy en día, después de una reforma constitucional, muchos ejidos eran malbaratados, pero nada cambiaba, enriquecía a unos pocos y la miseria seguía siendo la misma.

En el caso del Ejido del cual formaban parte los padres de Emiliano resultaba tan poco productivo, que no había manera de que pudiera ser vendido. Sin embargo, Emiliano había crecido escuchando los relatos de su abuelo, aprendió a ser hombre de palabra y a amar la tierra, dejó su casa siendo joven para estudiar para Ingeniero agrónomo en la Universidad de Chapingo. Durante los años de escuela Emiliano iba adquiriendo conocimientos, no sólo de la tierra, también de otras materias, que podrían ayudarle a regresar a casa. No perdía de vista que lo que tenía ante sí, era uno de los más grandes retos de su vida. Empezó trabajando para poder costearse los estudios y después de varios años de dedicación logró titularse.

Siendo realistas, Emiliano se dió cuenta de que no podría regresar a casa sólo con su título, necesitaba no sólo experiencia, sino también capital. Así que recorrió todo el país buscando hacerse de más conocimiento. A pesar de que resultaba más tentador quedarse en otros lugares, siempre estaba consciente del compromiso que había contraído con su tierra. No porque fuera de su propiedad, sino porque se sabía parte de ese campo morfogenético.

Después de varios años, Emiliano regresó a casa. Para sorpresa de sus padres, le dijo que llegaba para quedarse. Su padre sabiendo que era una locura, habló con él, le dijo que tenía más posibilidades fuera de ese lugar miserable. Emiliano escucho a su padre con respeto, y le pidió que le diera el beneficio de la duda y para que no se preocupara, le dijo que le diera 5 años, si en ese plazo no lograba hacer productiva esa tierra, se iría.

Emiliano estaba seguro que no sólo tendría que trabajar la tierra, también tendría que trabajar los corazones, sabía que años de miseria podían ser peligrosos para conservar la humanidad. Así que puso manos a la obra. Con algunos estudios, verificó que la tierra estaba agotada, pero algo se le ocurriría. Pasaron semanas y nada, encima parecía que contaba con todo el desánimo de la comunidad, que parecía alegrase de notar que seguro iba a fracasar.

No se daría por vencido, no en balde su abuelo le había dado ese nombre, en recuerdo del gran caudillo, así que para honrar a su abuelo y al caudilo no cedería ni un palmo. Trababa de mantener buen ánimo pero algo había en la inercia de lugar que si no se estaba atento podría ser autodestructivo. Así que se entregó a lo que mejor sabía hacer… trabajar.

Era curioso ese desafío a su ingenio, lo mantenía en un estado de claridad, que su pensamiento se hacía agudo. Un buen día viendo como su madre al preparar la comida, modaba, cortaba y desechaba las cortezas de los vegetales en un costal de yute, tuvo una revelación…. ¡Sí ese era el camino! lleno de entusiasmo le explicó a su mamá, ella lo miraba sorprendida y de momento se vió contagiada de su alegría.

Para su primera prueba de concepto hizo reunir todos los desechos vegetales de la comunidad, los cuales trituró y desecó hasta tener una especie de harina, que revolvió con los desechos de la milpa, quedando una composta, junto en una sóla hoja dos mantos enormes hechos a base de costales de yute, distribuyendo de manera uniforme la composta, en la superficie, cubrió esa primera base con otra cubierta de yute, pidió ayuda algunos mirones para que unieran ambas cubiertas. Así repitió 5 veces más uniendo unas con otras las cubiertas. Al final le quedó fué una especie de tapete grueso orgánico, Emiliano que ya tenía un área delimitada, levanto lo más que pudo la tierra dura, e hizo una especie alberca del tamaño exacto del tapete orgánico, lo clavó directamente en el piso y lo cubrió con la tierra que quedaba. Todo el proceso lo repitió varias veces hasta llegar al nivel de la alberca. Hasta ese punto la gente de la comunidad se mostraba tan curiosa que se iba involucrando con el proceso.

Emiliano sonreía, ellos no se daban cuenta de que iban aprendiendo con lo que veían y sobre todo iban rompiendo la inercia. Hasta ese punto ya había librado su primer obstáculo. El siguiente era el agua, ¿cómo invocar a tan una fuerza tan poderosa a un lugar tan desértico?

Por condensación… fue la respuesta que emergió de lo profundo se su conciencia. Eso era. Hizo conseguir bolsas de plástico, las cuales fueron uniendo con calor, hasta tener una superficie igual a la del área experimental. Durante las noches humedecían el área lo más posible, y durante el día, lo subrían con el plastico, el efecto del sol abrazador y el agua condensada, iban replicando una especie de caldo primigenio que favorecía la descomposición de todas las capas del área.

En este punto transcurría el tiempo y la gente de la comunidad, se iba involucrando más y más con el proyecto, que ya formaba parte de su actividad diaria. Lograron cultivar y cosechar con éxito papa. Otros integrantes del ejido pronto empezaron a duplicar la técnica de Emiliano.

Para poder aumentar la escala, Emiliano consiguió que hacer acuerdo con algunos locatarios de la central de abastos de la ciudad, para que le vendieran los vegetales que no lograban vender a tiempo. Logró adquirir un molino para triturar los vegetales. Contactó con los productores de yute y plástico para que le vendieran los rollos de material para hacer las bases y cubiertas de cultivo. Sin darse cuenta lo que había empezado con una acción se iba propagando en hondas.

Seguían teniendo el problema del agua. Emiliano sabía que era cuestión de tiempo, empezó a cultivar tulipanes africanos, sabía que su tenacidad, los haría encontrar el agua y que medida que aumentara el número de superficie regenerada, el mismo ecosistema respondería, la condensación formaría nubes y empezaría un nuevo ciclo para la tierra.

El esfuerzo continuado, transformó todo el lugar, pasaron los 5 años y Emiliano habló con su padre. Éste le dió las gracias por haberse negado a abandonar su tierra, le habló de su abuelo, de cómo a él también le contó las historias de la revolución y el caudillo, pero el siempre pensó que eran cuentos pero que ahora se daba cuenta que para su hijo habían sido el motor para cambiar el presente.

Emiliano se quedó en su tierra, sabía que no necesitaba “evangelizar” a nadie, sabía que cada esfuerzo se iría duplicando… esa era la naturaleza de los campos morfogenéticos.

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