Caperucita gris

Pertenecía a un largo linaje de caperucitas rojas, pero en su caso, el traslado del bosque a la ciudad, el avance tecnológico, el exceso de inforamación y la falta de interés la habían transformado en una caperucita gris que de momento no trabajaba, ni estudiaba… sólo existía, aunque muchas veces deseo que no fuera así.

Quizá uno de los mayores problemas con los que se enfrenta una caperucita en tiempos actuales es recuperar su color real. ¿Cómo encuentras algo que no sabes que haz perdido?

Caperucita gris sobrellevaba cada día con una buena dosis de ironía y sarcasmo, luchando encarnizadamente con la apatía que cada día parecía absorberla más. Sus padres viendo a su retoño consumirse lentamente, pidieron a la abuela que hablara con ella.

La abuela llamó a su nieta y le comentó que le había conseguido un trabajo, para sorpresa de ella, Caperucita aceptó a regañadientes la oportunidad y pronto se convirtió en una representante de una gran empresa de mensajería… por aquello de la tradición familiar.

Caperucita que hasta entonces no había experimentado los pequeños placeres que da el saberse independiente y capaz de sostenerse por sí misma, empezaba a generar a pesar de sus viejos hábitos, una pequeña llama interna… todavía muy pequeña para ser perceptible.

Los día pasaron, en el ir y venir de la entrega de paquetes Caperucita gris, regresaba a su habitual estado de tristeza.

Un día después de una complicada entrega de paquetes sólo le quedaba uno por entregar, era del tamaño de una caja de zapatos, envuelta en un llamativo papel rojo. Así que se disponía a hacer la última entrega, ya era tarde y el domicilio de entrega estaba fuera de la ciudad.

Llevaba horas manejando, el vehículo se internaba en el bosque al anochecer, el cansancio la invadía y sus viejos demonios la empezaban a rondar… ¿qué sentido tiene vivir?

Justo cuando formuló esta pregunta, apareció en medio del camino… ¡un lobo negro! Caperucita gris apenas pudo reaccionar y tuvo que girar violentamente para no aplastar al Lobo. Lo violento del momento desencadenaron en ella un torrente de lágrimas, largamente contenidas… lloró y lloró. Lloró por todo el dolor y la pena que rebosaba en ella… lloró por su apatía y por sus pocos deseos de vivir, lloró por sus padres que a pesar de querían ayudarla no sabían como acercarse. Lloró por todo el dolor del mundo y por lo poco que ella podía hacer por remediarlo. Así pasó un largo rato, tanto que se había olvidado del lobo, cuando se calmó, levantó la mirada y para sorpresa suya, el lobo seguía ahí… mirándola fijamente. Caperucita no pudo más que maravillarse de la noble bestia que tenía ante sí y no pudo más que sonreír, en ese instante tuvo una compresión súbita de las cosas, por primera vez se daba cuenta… ¡SE DABA CUENTA!

El lobo negro como si hubiera esperado a que ella estuviera en paz, dió un ágil salto y se perdió en la espesura del bosque. Caperucita gris, sin dejar de sonreír sentía como si de su corazón brotara un calor que la llenaba de pies a cabeza, un bienestar extraño pero muy agradable. Así que sin más preámbulo, condujo para concluir con esa jornada de trabajo… tal vez mañana sería un día igual, pero tenía la certeza de que algo en ella había cambiado… y aunque fuera el mismo día, ya nada sería igual.

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