Chester, el gato de las encrucijadas

Arturo con el tiempo se fué dando cuenta que las historias que contaba su abuela Alicia, parecían recuerdos de un mal viaje y no porque pensara que su abuela fuera una adicta empedernida, pero esas historias tenían algo que le parecía espeluznante.

Ahora, las historias formaban parte de su infancia, se quedaron en lo profundo de recuerdo… casi en el olvido. La vida seguía su curso, en medio de la rutina el trabajo, el próximo proyector por realizar, no había tiempo para otra cosa.

Un buen día las cosas cambiaron, le ofrecieron un gran proyecto para el sector público, implicaba grandes retos y grandes recursos, sin embargo era tentador… sólo había un pequeño detalle, había que entrar a concurso. Competiría con otros, que como él, eran expertos en materia de desarrollo de sistemas. Sabía de lo que estaba hecho, así que decidió aceptar el reto.

Preparó puntualmente toda la documentación de la licitación, elaboró una propuesta de trabajo que exponía un uso eficiente de los recursos. Así que, de acuerdo al procedimiento, se presentó a la reunión final en la que se daría a conocer al ganador de la licitación. Arturo estaba tranquilo, sabía que dió su mejor esfuerzo sin pensar en la victoria o la derrota. En la entrevista final el funcionario le dijo que su propuesta era muy buena con relación a la de los otros participantes, había fuertes posibilidades de que le dieran el proyecto, siempre y cuando hiciera ciertos ajustes a su propuesta. Arturo solicitó más información, y el funcionario le contesto con un “no te hagas pendejo”, con aquella frase criptica, Arturo comprendió… ¿con que de eso se trata? ¿así es como funciona? era de esperarse, pensó.

Lo dejaron sólo para darle un tiempo para decidir. Arturo se mantuvo en silencio, espero a estar completamente solo, de repente hubo un fallo en la electricidad y el edificio se quedó en la penumbra. Arturo que seguía sentado, en el fondo de la oficina distinguió dos pequeñas luces, que se fueron tomando forma de unos ojos que lo miraban fijamente desde la obscuridad. Paralizado por la impresión, pensó que debió desayunar algo mas consistente, ya que estaba alucinando.

Los ojos se hicieron mas grandes y debajo de ellos materializaron una enorme sonrisa… era un gato! con las probabilidades de que se materializara un gato, en ese preciso instante Arturo empezó a dudar un poco… sólo un poco de su cordura. Pero algo en ese rostro le recordó las viejas historias que le contaba su abuela Alicia.

¿Qué hacer cuando no sabes que es real? aah sí, valida tus percepciones, pensó. Así que sosteniendo la mirada del extraño gato le preguntó. ¿qué haces aquí?

El gato permaneció en silencio otro rato mirándolo y sonriendo. ¿No se nota? te estoy mirando, contestó el gato.

Uuuta. Lo que me faltaba, ¿cómo-para-qué carajos quieres mirarme? dijo Arturo.

El gato se empezó a mover lentamente, sin dejar de mirarlo, acércandose cada vez más. “Digamos que soy un observador profesional, ¿qué no lo sabes? siempre hay alguien que observa. Nada se queda sin registro, cada hecho se graba en la memoria”.

¿Cómo? espera yo te conozco… eres chester!, pero siempre pensé que eras ficción, mi abuela solía contarme acerca de tí y de un mundo loco.

mmmm… ¿Chester? aah! así… tú y tu dislexia… llámame como quieras… ¿qué no tienes idea de en donde estás? mmmm… Sí recuerdo a tu abuela, la primera vez que la ví, fué más o menos en una situación como la tuya.

No me jodas gato, mi abuela por lo que contaba no era la persona más congruente que digamos…

Sí lo sé, dijo el gato… me preguntó que camino tomar, para darle la mejor indicación le pregunté a donde se dirigía y dijo que no sabía, le respondí que entonces, que cualquier camino que tomara era bueno.

¡Esa historia ya la sé! dijo Arturo casi gritando. ¿qué carajos haces aquí?

¡UUUY! que carácter… me gusta observar, es interesante mirar a alguien cuando se encuentra en una encrucijada, elegir un camino implica una decisión y como un cuerpo no puede estar en dos lugares al mismo tiempo, pues tendrá que olvidarse de sus demás alternativas.

O sea que eres una especie de Voyeurista perverso…

¡No! dijo el gato, como te dije siempre hay alguien que observa, todo queda registrado… la manera más sencilla de explicártelo para que me comprendas, es que existe una especie de disco duro en el que se registra toda la información derivada de cada acción. Nada se olvida.

Me queda claro… pero ¿porqué estas hoy aquí?

Eres lento… ¿No te haz dado cuenta? te encuentras en una encrucijada, dijo el gato.

¡Espera! ¿qué? ¿no pensarás?….

A diferencia de tu abuela, que no sabía a donde iba y era como una hoja sujeta a los caprichos del viento. Tú desde pequeño haz sabido hacia donde te diriges.

¿Y? dijo un Arturo cada vez menos paciente.

Durante siglos he visto los caminos que eligen las personas. Tanto que muchas veces es predecible y aburrido. Hoy quería ver de cerca que vas a hacer… ¿te diste cuenta?, traspasaste el espejo, entraste en el fascinante e intrincado mundo de la burocracia. En estas tierras hay cosas que se vuelven tan surrealistas que rayan en lo absurdo, ya deberías saberlo.

pero… ¿porqué hoy, aquí, conmigo?

No sé, igual la edad me esta volviendo un gato loco romántico. ¿Tienes idea de cuantas veces los he visto cruzar el umbral y dejar atrás la poca humanidad que les queda? No sé, pensé que hoy contigo, sería diferente. ¿crees en la redención? yo sí, a veces quisiera apostar por la luz, pero parece que está fuera de moda. Los observadores de la encrucijada, sólo somos testigos de cuanto pasa, no es posible influenciar en el resultado final.

Si es así, ¿porqué estas hablando conmigo? dijo Arturo.

Porque me hablaste, sería una descortesía no responderte.

Eres un idiota, respondió Arturo y se quedó pensando largo rato en lo que le había dicho el gato. Tienes razón, este mundo parece cada vez más una versión retorcida del país de la maravillas. ¿Qué sigue entonces?

¿Qué sigue entonces? repitió el gato imitando la entonación de Arturo… ¿Qué precio tiene tu alma? ¿serás un número más en las estadísticas de corrupción? ¿Qué camino vas a elegir?

Arturo empezó a reír de buena gana.

Veo que ya elegiste un camino, así que me despido, dijo el gato con una sonrisa que parecía más grande en la obscuridad.

¡Espera! ¿te volveré a ver?

Seguro nos volveremos a ver, en otro tiempo, en otra encrucijada… dijo el gato detrás de una gran sonrisa que se desvanecía en el espacio.

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