He de confesar que ésta no es una historia convencional de cuento, así que bajo tu criterio eres libre de continuar o no leyendo…
No soy de sangre azul o algo parecido, nací en la Ciudad de México. Como cualquier chica de clase media, trabajo de lunes a viernes de 9 a 7.
Un día de regreso del trabajo en el metro me topé con una anciana, aunque algo rara, me miraba con insistencia, incómoda le pregunte amablemente…
¿soy o me parezco? sin inmutarse, así sin mas me dijo que me había elegido para cumplirme 3 deseos, pero tenía de la estación de auditorio a Tacuba para decir mis deseos.
Pensé que se trataría de algún challenge idiota de moda, así que la ignoré… La mujer me dijo, vamos que pierdes, no siempre tienes oportunidad de al menos decir en voz alta tus deseos.
Bueno, que mas da pensé, así que ya íbamos en San Joaquín, y ella me apuró. Así que sin pensarlo dije, quiero un coche ultimo modelo, mucho dinero, salir con un hombre guapo, justo cuando llegábamos a Tacuba.
Ella solo dijo, concedido. ¿Cómo? ¿eso es todo? pregunté, dijo que sí, que en cuestión de días, tendría lo que pedí.
Pasó el tiempo y sí efectivamente, obtuve lo que quise…
Algunos meses después me encontré nuevamente a la mujer en el metro, y como si nada me preguntó como me había ido. He de confesarlo muy molesta le dije que no estaba del todo feliz, ella preguntó que porqué.
¿quieres saber? esta bien…
Mira como resultado de una rifa me saqué un coche último modelo, cuando lo dejé estacionado, lo encontré sobre cuatro tabiques. tuve que pagar el arrastre, me multaron y la tenencia era muy alta, así que terminé por venderlo.
Con el dinero de la venta, si puedo decir que tuve el segundo deseo, pero igual como todo en este mundo era finito. =|
Si salí con el hombre guapo, pero le ofrecieron un contrato en televisa y sí pasó… pero pasó de largo.
Me miró fijamente hasta que finalmente dijo, esta bien puedo hacer una excepción y concederte otros tres deseos, quiero que estés contenta.
Yo que seguía con el trago amargo de mis deseos fallidos, le contesté muy molesta. Sabes qué… no deseo nada que no pueda conseguir con mis propios medios.
Ella me siguió mirando con una extraña sonrisa en su rostro y para mi sorpresa dijo…
Eso es, ya lo empezaste a entender. Y bajó del vagón, sin mirar atrás.