Mi sobrina tendría 4 años cuando empezó a conocer las bondades de la automotivación. Así que fue raro verla cuando entraba al cuarto repitiéndose “¡me gusta la escuela!”
Lo que resultaba cómico era cuando decía lo mismo, pero cambiaba su énfasis… “¿me gusta la escuela?” quizá a su tierna edad empezaba a intuir que esta bien cuestionar tu camino de cuando en cuando.
Ahora a la distancia, recordando al filósofo, me pasa igual. El acto de pensar presupone la capacidad de una persona de darse cuenta, de tener ciertos procesos cognitivos, luego entonces sería capaz de reconocerse así mismo como individuo y saber que existe.
Con el acontecer cotidiano, veo que es importante estar alerta, pero ¿que tanto estamos dispuestos a estarlo? Cuando es más cómodo entrar en automático e ir pasando el día semi-vegetando.
Pero hay un punto que se vuelve un camino sin retorno. Así que pienso, luego existo.
Otra veces cuando todo sale al revés, y lejos de parecer toda una experta es: pienso… ¿luego existo?