La rebelión de la Dolorosa

Desde el altar de madera y oro, Ella, ataviada con su suntuosa túnica púrpura, bordada de oro y plata, congelada en su rictus de dolor mirando al cielo, consumida por la pena, había visto pasar a miles y miles de personas…

Acaso serían las plegarias de tantas personas, durante tantos años… acaso sería simplemente un milagro, pero sucedió que un buen día la Dolorosa, pasó de ser una primorosa escultura de la época virreinal, a ser viviente. De momento sólo se conformó con observar y escuchar, le daba miedo moverse, ya había escuchado y visto como se comportaban esos seres, parecían siempre tan desesperados… que era más seguro mantenerse quieta.

Era un día como cualquier otro a media mañana, la iglesia estaba abierta pero vacía. La Dolorosa seguía paciente, observando y escuchando, cuando algo llamó su atención, primero no lograba ver con claridad, una pequeña silueta era recortada por el sol de medio día en contraste con la obscuridad de la catedral, le daban cierto toque celestial a la estampa, la Dolorosa sonrió ante lo curioso de la imagen.

Conforme se fué acercando se dió cuenta que era una niña. La pequeña visitante, miraba todo con curiosidad y entusiasmo, se detenía y miraba largo rato cada detalle que encontraba a su paso.

Cuando la niña llegó al altar de la Dolorosa, la niña no le quitó los ojos de encima, la Dolorosa de momento mantuvo la calma, el tiempo le había capacitado para mantenerse totalmente inmóvil. Pasó el tiempo y la niña la seguía mirando con mucho interés, lo cual la alarmó mucho, normalmente a las personas adultas les costaba mucho trabajo mantener más de dos minutos de completa atención… los había visto dormir mientras escuchaban los sermones.

Pero con esta niña, ya se estaba alarmando… trató de pensar en otra cosa, con la esperanza de que algo más llamara la atención de la niña… Cuando de repente la niña, le dijo ¿porqué lloras?

La Dolorosa tratando de controlarse, prefirió ignorarla esperando que se fuera, pero la niña preguntó otra vez ¿Porqué lloras? La Dolorosa seguía en silencio, ¡podía con esto! largos años como escultura la habían preparado para un momento como ese, sería fácil… terminaría por cansarse e irse.

Pero no, la niña seguía mirándola como esperando que le contestara… el silencio fué largo cuando de momento la niña le dijo… cuando estoy triste también lloro, pero no pasa mucho tiempo y vuelvo a estar contenta otra vez, pero cada vez que vengo, te veo llorando… que te tiene tan triste ¿no encuentras a tu mamá?

La Dolorosa conmovida por las palabras de la niña, la miró, nunca había intentado hablar, pero había tenido mucho tiempo para escuchar y aprender, así que trató de hablar, le costaba trabajo, era algo que nunca se había planteado hacer. La niña al ver que se movía, esperaba atenta su respuesta.

La Dolorosa, después de intentarlo varias veces, por fin pudo decir No lloro, la niña la miró incrédula. De verdad, no estoy llorando, la niña sin apartar los ojos de su rostro, dijo si es así ¿porqué tienes esas lágrimas y esa cara triste? Bueno es porque así me hicieron.

¿Te hicieron? dijo la niña, la Dolorosa suspirando trató de buscar la mejor manera de explicarse, le contó que ella como otras figuras que estaban en la iglesia, sólo eran una representación que contaba la historia de otras personas. La niña la escuchaba atentamente. Al concluir la explicación de la Dolorosa, meditó un momento y pregunto, entonces ¿porqué sigues triste?

La Dolorosa sin saber que contestar, se quedó muda. Hasta ese momento nunca se planteó la idea que podría ser algo o alguien diferente a lo que había sido hasta ese momento.

No lo sé, fué lo único que pudo responder. La niña mirando la confusión de la Dolorosa, se encaramó a una columna y le tomó la mano.

La Dolorosa brincó del susto… sentir la mano cálida de la niña, era una experiencia para nada de lo que había vivido antes la había preparado. Sólo pudo atinar a mirar a la niña que le sonreía, su rostro parecía un sol… a partir de ese momento no tenía claro que pasó… Sólo una secuencia de imagenes, se vío a sí misma bajando del altar con ayuda de la niña, salir corriendo de la mano de la niña por el pasillo principal de catedral mientras su elegante manto caía al piso.

Esta entrada fue publicada en Relatos Cortos. Enlace permanente.